Cloris (conocida como Flora por los romanos) era una ninfa del Elíseo. Su belleza era tal que los vientos Céfiro y Bóreas se fijaron en ella cuando paseaba tranquilamente un día de primavera.
Pero sería Céfiro, el viento del oeste, quien, no pudiendo refrenarse, la raptaría para hacerla su esposa. Y afortunadamente sería un matrimonio feliz para la ninfa, pues juntos tendrían dos hijas: Talo, la personificación de la primavera, y Carpo, diosa de la fruta.
Como regalo de boda, Céfiro había concedido a Cloris jurisdicción sobre las flores. A partir de entonces la ninfa, ahora diosa de los jardines, viviría en una eterna primavera; en su fértil vergel, bañado por límpidas fuentes y abanicado por las suaves brisas de su esposo.
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