Heracles contra Aqueloo

La bella Deyanira, hija del rey Eneo de Calidón, tuvo varios pretendientes. De ellos, los más destacados fueron Heracles y Aqueloo, un dios fluvial. El resto se retiraron al verse inferiores a ambos.

Heracles alegó que aportaba como suegro al mismísimo Zeus y los éxitos en sus doce trabajos, pero Aqueloo no pensaba ceder ante él. El héroe seguía siendo un mortal, mientras que él era un dios. Explicó ante Eneo que él no era ningún forastero, sino su vecino, que discurría dentro de sus dominios. Además, declaró que, si no era mentira que éste fuese hijo de Zeus, su linaje era deshonroso por ser fruto de un adulterio.

Furioso, Heracles se abalanzó contra él y entablaron combate. Aqueloo resistió al principio, pero viendo que su fuerza era inferior recurrió a sus habilidades especiales. Consiguió soltarse transformándose en serpiente, que al momento se enroscó e hizo vibrar su lengua bífida hacia él con ferocidad.

Sin embargo, Heracles se rio y recordó al dios que llevaba dominando serpientes desde niño. Y, tal y como hizo con las de su infancia, agarró a Aqueloo por el cuello y comenzó a estrangularlo. Al fracasar esta forma, el dios fluvial tomó la de un gran toro bravo. Con toda su fuerza embistió al héroe, pero tampoco funcionó. Heracles le agarró por los cuernos y se los clavó en la arena. No contento con eso, con su mano derecha quebró y arrancó brutalmente una de las astas. Más adelante, Heracles regaló este cuerno a las Hespérides, que lo llenaron de frutas y lo llamaron cornucopia o cuerno de la abundancia [1].

Tras el combate, Aqueloo se dio por derrotado y se retiró. Heracles, como ganador, pudo casarse con Deyanira. Lo que no sabía era que ese matrimonio sería su sentencia de muerte.

Notas

[1] Ovidio e Higino cuentan esta versión. En otras, como la de Calímaco y Zenobio, ese cuerno era el de Amaltea, la cabra que amamantó a Zeus.