Hestia era la diosa del hogar. Tanto el de los mortales como el de los propios olímpicos. Cuando Apolo y Poseidón la habían pretendido, había solicitado a Zeus el poder permanecer soltera y virgen. No salía del Olimpo ni tenía mitos propios.
Sin embargo, Ovidio narra una historia con ella como protagonista que en realidad es la misma que la de la ninfa Lotis.
Cibeles organizó una fiesta a la que invitó a los dioses, además de a sátiros y ninfas. Sin embargo, hubo uno que no estaba invitado, pero aun así hizo acto de presencia: Príapo.
Después de una noche en vela, donde hubo abundante vino, algunos de los invitados se tumbaron a dormir sobre la hierba. Entre ellos, la diosa Hestia. Príapo se acercó a ella, según manifestó, sin saber su identidad.
Se le acercó sigilosamente, con intención de aprovecharse de su sueño para violarla. Para su desgracia, no muy lejos se encontraba Sileno preparándose para volver a casa. Desató a su asno del lugar donde lo había dejado junto a un río y éste profirió un sonoro rebuzno que despertó a Hestia.
La diosa huyó y Príapo, que se había quedado con su miembro preparado, fue el hazmerreír del resto de dioses. Por ello, hizo pagar al asno con su vida. Más adelante, en la ciudad de Lámpsaco solía sacrificarse este animal diciendo «Entrego a las llamas las entrañas del asno delator».
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