En Atenas vivía Dédalo, un habilidoso artesano capaz de grandes logros. Estaba muy orgulloso de su maestría, pero pronto apareció un rival. Era ni más ni menos que su propio sobrino de doce años, el hijo de su hermana. Ésta lo había dejado a su cargo para que aprendiera del mejor, pero pronto demostró ser extraordinariamente ingenioso.
Pérdix, que así se llamaba, inventó el compás y la sierra. Para ésta última se inspiró en la espina de un pez. Pero Dédalo sintió envidia de su talento y cometió un horrible crimen: lo empujó desde lo alto de la ciudadela.
Atenea, protectora de los artesanos y el talento, se compadeció y lo transformó en una perdiz mientras caía. Esta ave vuela bajo y pone sus huevos en arbusto. Su miedo a las alturas se explica por la funesta caída.
Dédalo fingió que se había caído, pero por esta causa fue desterrado de Atenas. Llegaría después a Creta, donde sería famoso por la construcción del laberinto del Minotauro.
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