Episodios

La muerte de Adonis

(Continúa de Cíniras y Mirra)

Tras habérselo suplicado a los dioses, Mirra había quedado convertida en árbol por la gracia de Afrodita, pero el hijo que todavía albergaba en su vientre luchaba por nacer. Fue con la ayuda de Ilitía, diosa de los nacimientos, y de las náyades que habitaban el bosque que el joven Adonis surgió de entre la corteza del árbol y vio la luz por primera vez.

El recién nacido, que había heredado la belleza de su madre, fue recogido por Afrodita, quien decidió entregárselo en un arca a Perséfone para que cuidase de él mientras le buscaba un hogar seguro. Pero pronto surgieron disputas entre las dos diosas, pues Perséfone, encandilada con el niño, se negó a devolverlo. Fue finalmente tarea de Zeus intermediar entre ambas, decidiendo que éste pasase un tercio del año con cada una y el tercio restante a su libre albedrío. Sin embargo Adonis decidió pasar su propia parte también con Afrodita.

Adonis pronto se convirtió en un apuesto muchacho, el más bello de todos, y enamoró a la propia diosa Afrodita, que en un principio confundía el amor que sentía por él al haberlo criado con otro tipo de amor muy distinto. Finalmente se convirtieron en amantes, no sin levantar las suspicacias de otros dioses. Ares, reconocido ‘querido’ de la diosa del amor, se sintió terriblemente celoso del joven, al igual que su propio marido Hefesto.

Un buen día, el joven Adonis se encontraba cazando en el bosque, cuando un enorme jabalí (¿quizás Ares o Hefesto transformados?) se cruzó en su camino. El muchacho lo persiguió con su venablo y le asestó una terrible lanzada en el costado, pero el jabalí lo arrancó con su hocico y, dándose la vuelta, embistió contra Adonis. Los colmillos del gigantesco animal se clavaron bajo la ingle del joven, quien, totalmente ensangrentado, cayó sobre el suelo.

Desde el cielo la diosa Afrodita escuchó el grito de dolor de su amado Adonis, y se dirigió a toda velocidad en su ayuda. Pero era demasiado tarde, pues el muchacho se había desangrado. Afrodita lloró la muerte de Adonis y, rociando con oloroso néctar su sangre, hizo que al cabo de una hora una pequeña flor de color rojo brotase de ella. Dicha flor se llama anémona y, como el eternamente joven Adonis, es perenne… y, por lo tanto, corto es su disfrute.

Alfonso Cuesta

Madrileño de pura cepa, pero bastante helenófilo. Estudié Historia en la UAH y Arqueología del Mediterráneo en la UCM. A veces bebo ouzo y bailo el sirtaki en la playa.

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