Trofonio y Agamedes eran hijos de Ergino, rey de Orcómeno, aunque se decía que el verdadero padre del primero era Apolo. Ambos se convirtieron en grandes arquitectos y construyeron santuarios y palacios. El templo de Apolo en Delfos era obra suya, así como la cámara nupcial de Alcmena por orden de Anfitrión. Pero si esas construcciones les trajeron la gloria, sin duda la última fue su desgracia.
Hirieo, rey de Beocia, les pidió una cámara del tesoro, que ejecutaron con la habilidad que les caracterizaba. Sin embargo, dejaron suelta una piedra que podía quitarse y volverse a colocar desde afuera, y poco a poco iban robando parte de sus tesoros al rey.
Éste se daba cuenta de que sus riquezas menguaban a pesar de que nadie había tocado las llaves y los sellos. Colocó trampas para descubrir al ladrón, y la siguiente vez que los hermanos entraron para cometer su hurto, Agamedes cayó en una de ellas.
Ante la imposibilidad de liberarlo, Trofonio le cortó la cabeza para que no lo torturaran y lo descubrieran a él también. Dicen que la tierra se abrió y se lo tragó allí mismo, en el bosque de Lebadea, o que huyó con la cabeza de su hermano y desapareció en una cueva. El caso es que nunca más se volvió a saber de él como mortal, pero continuó en ese lugar para siempre como oráculo.
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