Hipólita era la reina de las amazonas, un pueblo de mujeres guerreras que habitaba junto al río Termodonte. Ésta poseía un cinturón mágico que le había regalado Ares, su padre, como símbolo de poder. Admete, la hija del rey Euristeo, ambicionaba este objeto. Por lo tanto, la siguiente misión encomendada a Heracles fue conseguirlo. El héroe reunió a un grupo de voluntarios y partió en una nave, en la que emprendieron un largo viaje plagado de peripecias.
Su primera parada fue la isla de Paros. En ella vivían los hijos que el rey Minos había tenido con la ninfa Paria: Eurimedonte, Crises, Nefalión y Filolao. Éstos atacaron a la tripulación al desembarcar y Heracles mató a los cuatro y asedió al resto de habitantes del lugar hasta que estos le propusieron un trueque: elegirían a otros dos hombres para reemplazar a los que habían perdido. Los seleccionados fueron Alceo y Esténelo, hijos de Androgeo, que a su vez era otro hijo de Minos.
Todavía se detuvo una vez más antes de llegar a su destino, esta vez en Misia. Allí lo recibió Lico, el hijo de Dascilo, rey de los mariandinos. Lico se enfrentó al pueblo de los bébrices y contó con la ayuda del héroe, que mató a su rey, Migdón. Y de paso, también engendró un niño con su hija Astidamía.
Al fin llegó hasta el puerto de Temiscira. Allí les recibió la propia Hipólita en persona, que les preguntó el motivo de su visita. Ésta prometió que le entregaría el cinturón, pero Hera, indignada porque el trabajo hubiera sido tan fácil, se disfrazó de amazona e hizo correr el rumor de que estaban raptado a su reina.
Las guerreras, armadas y a caballo, atacaron la nave. Heracles pensó que Hipólita había traicionado su palabra y la mató. Tras quitarle el cinturón luchó encarnizadamente contra las demás, matando a muchas de ellas[1] hasta que pudieron hacerse de nuevo a la mar y alejarse de allí.
A la vuelta, tras haber cumplido su misión, Heracles se detuvo en Troya en un momento en que la ciudad se encontraba castigada por dos dioses. Apolo y Poseidón tenían una disputa con su rey, Laomedonte, que no había querido pagarles lo acordado tras construir sus murallas. Por ello, Apolo mandó una plaga; Poseidón, un monstruo marino que llegaba con la pleamar y devoraba al que estuviera en la llanura.
Los oráculos ofrecieron como solución el sacrificar a la hija del rey como alimento para el monstruo. Laomedonte encadenó a la princesa Hesíone, pero Heracles llegó antes de que fuera devorada y le ofreció un trato al rey: matar al monstruo a cambio de sus yeguas. Éstas habían sido entregadas al rey anterior —Tros, el padre de Laomedonte— por el propio Zeus como compensación por el rapto de Ganímedes.
El rey aceptó el trato y Heracles mató al monstruo y recató a la princesa, pero, una vez más, Laomedonte no cumplió con su parte. Heracles volvió a embarcar, no sin antes advertirle de que volvería y entraría en guerra contra él[2].
La siguiente parada fue en Eno, donde recibió la hospitalidad de Poltis. No así de su hermano Sarpedón, que se comportó de forma insolente con él. Por ello, mientras su barco volvía a hacerse a la mar, Heracles lo atravesó con sus flechas.
En el siguiente puerto, Tasos, dominó a sus habitantes tracios y entregó esa tierra a los hijos de Androgeo[3] para que se establecieran allí.
Por último, se detuvo en Torone, donde dos nietos de Poseidón, Polígono y Telégono, le retaron a luchar. Heracles les dio muerte y pudo, por fin, dirigirse a Micenas para entregar el cinturón de Hipólita a Euristeo.
Notas
[1] En esta expedición es en la que Heracles apresó a Antíope y se la regaló a Teseo, que la convirtió en su amante y tuvo con ella a Hipólito.
[2] Amenaza que cumplió tras acabar los trabajos.
[3] Recordemos, Alceo y Esténelo, que habían embarcado con él en Paros.
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