Ágave fue la tercera de las hijas de Cadmo y Harmonía y se casó con Equión, uno de los espartos nacidos de los dientes del dragón de Ares que sembró Cadmo. Juntos tuvieron un hijo llamado Penteo, al que el fundador de Tebas cedió el trono.
Dioniso, ya adulto, llegó a la ciudad, obligó a las mujeres a unirse a él y entregarse a su bacanal. Entre las que acompañaron al dios se encontraba la propia Ágave y sus hermanas, Ino y Autónoe. Pero Penteo se opuso a estos ritos mistéricos, ya que ni siquiera consideraba a su primo Dioniso como un dios. Por ello ascendió al monte Citerón, donde las mujeres se encontraban entregadas al delirio.
Cuando llegó fue Ágave la primera en verlo y en dirigir a las mujeres contra él, creyendo que su hijo era un jabalí. Ovidio cuenta que Penteo suplicó a su tía Autónoe por la memoria de su difunto hijo Acteón, pero ésta se encontraba fuera de sí y no lo reconocía ni a él ni la mención del que había sido su hijo. Haciendo caso omiso a su sobrino, le arrancó una mano. Ino, su otra tía, le arrancó la otra. Penteo, mostrándole los muñones a su madre, intentó hacerla entrar en razón, pero ésta lo remató arrancándole la cabeza.
Cuando a Ágave se le pasó la locura y se dio cuenta de lo que había hecho, huyo de Tebas y llegó a Iliria. Allí la acogió su rey Licoterses.
De esta forma, Dioniso castigó a sus tres tías por haber calumniado a su madre Sémele tras morir. Las hermanas habían difundido el rumor de que Zeus la había fulminado por presumir de haberse acostado con él, cuando lo había hecho con un simple mortal.
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