Zeus y Sémele: el nacimiento de Dioniso
Sémele era la hija menor de Cadmo y Harmonía. Un día tuvo un sueño profético en el que veía un jardín, y en él había una planta verde con un fruto. De repente un rayo carbonizaba la planta, pero dejaba intacto al fruto. Un pájaro se lo llevaba a Zeus, y de él nacía un toro.
Al despertar, Sémele fue a contarle el sueño a su padre, que tras consultarlo con Tiresias —el famoso adivino ciego de Tebas—, la mandó al templo de Atenea a sacrificar un toro en honor a Zeus.
El sacrificio fue bastante cruento y Sémele acabó empapada en sangre, por lo que fue a bañarse al río Asopo. Y allí es donde Zeus la vio desnuda y sintió la flecha de Eros, que le hizo desear a la muchacha. Descendió convertido en un águila para verla más de cerca, pero esperó hasta que se hiciera de noche para acudir a su habitación y unirse a ella. Fue en ese momento cuando engendraron a Dioniso, y alrededor de la cama creció un jardín de viñedos.
Entonces Hera descubrió la infidelidad y, consumida por los celos, se disfrazó de anciana y fue a ver a Sémele. La encontró ya con el embarazo avanzado y, como ésta era un poco inocente, la engañó; según una versión, la puso celosa contándole que las demás amantes habían visto a Zeus en todo su divino esplendor y ella no. En otra, Hera le hizo dudar de que realmente el padre del bebé fuera un dios y la convenció para que le exigiera una prueba de divinidad.
Sea como fuere, Sémele le pidió a Zeus que se presentara ante ella como lo hacía ante su esposa Hera. El rey de los dioses sabía que era una trampa e intentó convencerla de lo contrario, pero ella insistió y Zeus no quería ir contra el destino. Desplegó su poder y Sémele, al tocar el rayo, murió carbonizada. Zeus rescató al bebé no nato y lo cosió a su muslo para terminar de gestarlo.
Pero este no fue el fin de Sémele. Dioniso, ya de adulto, la fue a buscar al Hades y se la llevó al Olimpo, donde pasó a ser conocida por Tíone.