Episodios

Aquiles y Pentesilea

Tras la muerte de Héctor a manos de Aquiles, la amazona Pentesilea acudió acompañada de doce compañeras para combatir junto a los troyanos. Algunos decían que el motivo de esa decisión era su amor innato por la guerra; otros, que había huido tras matar accidentalmente a su hermana Hipólita en un accidente de caza al intentar alcanzar a una cierva con su lanza y tenía que aplacar la furia de las Erinias con sacrificios.

Sea como fuere, Pentesilea arribó a Troya para gran regocijo del rey Príamo y sus habitantes. Si bien seguían desolados por la pérdida de Héctor, la llegada de las guerreras representaba una nueva esperanza.

Durante el banquete de bienvenida, la amazona hizo una promesa a sus anfitriones: mataría a Aquiles, destruiría el ejército aqueo y quemaría sus naves. Si el gran príncipe Héctor no había podido, era difícil que aquellas mujeres lo consiguieran, pero no tenían muchas más opciones.

Pentesilea se retiro a los aposentos que Príamo había mandado preparar y tuvo un sueño esa noche: su padre, Ares, la animaba a llevar a cabo las acciones que había prometido. En realidad, no se trataba del dios de la guerra, sino de un plan urdido por Atenea para incitarla a luchar contra Aquiles a sabiendas de que perdería.

Una vez en el campo de batalla, Pentesilea lideró a los caudillos troyanos a lomos de su hermoso y veloz caballo y se lanzó al combate. Príamo, por su parte, suplicó a Zeus que cayera el ejército argivo y Pentesilea volviera esa noche con vida a su palacio. Entonces apareció un águila llevando una paloma blanca moribunda entre sus garras y supo que, una vez más, se avecinaba la tragedia.

Las amazonas consiguieron abatir a muchos enemigos, pero, una a una, todas fueron sucumbiendo hasta que solo quedó Pentesilea. Ella combatía con fiereza, diezmando las filas de los aqueos y dejando la tierra bañada en sangre y cubierta de cadáveres.

Aquiles y Áyax, al escuchar el tumulto, acudieron a donde combatía Pentesilea. Al verlos, la amazona arrojó su lanza contra el primero, pero rebotó y se hizo pedazos contra el poderoso escudo forjado por Hefesto. La guerrera, orgullosa, los amenazó, y los dos hombres se rieron de ella. Lanzó una segunda jabalina, esta vez contra Áyax, y su armadura la detuvo sin que el arma le hiciera el más mínimo daño. Eso redobló sus burlas y Áyax se fue a luchar contra los hombres troyanos, decidiendo que eran demasiado poderosos para rebajarse a luchar contra ella.

Sin embargo, Aquiles sí le hizo frente. Advirtiéndole de que ni su padre Ares podría protegerla de él, el héroe se lanzó a la carga. Blandía la jabalina de madera que el centauro Quirón le había regalado a su padre, Peleo, el día de su boda, y que solo él era capaz de manejar. Con ella hirió a Pentesilea sobre el seno derecho y su sangre manó profusamente.

La amazona, con sus últimas fuerzas, bajó de su montura y Aquiles la ensartó de tal manera que atravesó su vientre y el del animal. Pentesilea cayó entre estertores, recostada sobre el caballo. Cuando los troyanos lo vieron, huyeron despavoridos hacia el interior de la ciudad. Ya no quedaba esperanza. Mientras tanto, Aquiles seguía burlándose de la moribunda, diciéndole que había recibido su merecido por haber osado enfrentarse a los mejores héroes.

Aquiles retiró la pica del cuerpo ya muerto de la amazona y le quitó el casco. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo hermoso que era su rostro, aun sin vida, y se lamentó por lo que acababa de hacer. Y no era el único. Todos los aqueos que había alrededor se acercaron con curiosidad a ver a la bella amazona abatida, deseando tener a una como ella por la noche en su cama al volver a casa.

Ares supo lo acontecido y se precipitó desde el Olimpo hasta llegar a la cumbre del Monte Ida, dispuesto a arrasar a Aquiles y sus mirmidones. Pero entonces, Zeus desató una terrible tormenta a sus pies como advertencia y el dios de la guerra tuvo que contener su furia.

Acabada la batalla, los argivos se dedicaron a saquear los cadáveres y se retiraron a su campamento, mientras Aquiles continuaba frente al cuerpo sin vida de Pentesilea. Tenía el corazón desgarrado.

Uno de los aqueos, Tersites, era famoso tanto por ser feo y deforme como por lanzar opiniones insolentes sin ningún reparo[1]. Viendo el dolor de Aquiles, lo acusó de ser un mujeriego que llora más por una mujer que los estaba matando a todos que por sus propios compañeros. Encolerizado, el héroe le dio tal bofetón que todos los dientes de Tersites salieron disparados. El hombre cayó al suelo, con la sangre saliendo a borbotones por su boca. Así murió, y todos los aqueos se alegraron, puesto que lo consideraban la deshonra de su ejército.

Los reyes Atridas, dado el valor con el que habían luchado las amazonas, permitieron a Príamo que llevase sus cuerpos al interior de la ciudad para darles sepultura en un lugar de honor, junto a la tumba de su padre Laomedonte. Mientras tanto, troyanos y aqueos enterraban a sus muertos y regresaban a sus campamentos una noche más; debían descansar y esperar el regreso de Eos a la mañana siguiente para retomar la batalla.

 

Notas

[1] En una ocasión, incluso se llevó una dura reprimenda de Odiseo, acompañada de un golpe de cetro, por acusar a Agamenón de ávaro e intentar animar al resto de hombres a abandonar la guerra y volver a sus casas.

2 Comentarios

    • Marta Elías

      Esta no es una página para niños. Es una página de mitología griega, y la mitología es muy cruda. Bastante la suavizamos. Si llega aquí un niño y lee estas entradas, igual el problema es que los padres lo dejan andar libremente por internet sin vigilar lo que ve. Y esto NO es lo peor que puede ver un niño en internet, ni mucho menos.
      Por lo demás, si usted es mayor de edad y tampoco le gusta lo que lee, es libre de no visitar más nuestra página. Nos dedicamos a trasladar historias clásicas de las fuentes originales aquí para hacerlas accesibles a todos los que estén interesados en el tema. Si usted no lo está, nadie le obliga.
      Que tenga un buen día.

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