Episodios

Eneas y Anquises

Caída Troya en mano de los aqueos, el héroe troyano Eneas fue guiado por su madre, la diosa Afrodita, de vuelta a palacio para salvar a su familia. Tras lograr atravesar la oscuridad y las llamas que asolaban la ciudad, Eneas se reunió de nuevo con su esposa Creusa, su hijo Ascanio y su padre, el anciano Anquises.

Anquises, quien —recordemos— perdió la vista a causa de su relación con la diosa Afrodita, era incapaz de salir por su propio pie de la ciudad. Para no retrasar la huida de su familia, el anciano optó por quedarse en la ciudad aunque ello le costara la vida, pues si los dioses no lo quisieran ver muerto se ocuparían de defender su casa de las llamas. Pero Eneas se negó a dejarlo abandonado a su suerte y decidió que si su padre no marchaba con ellos se quedarían todos a morir en Troya.

Angustiado, Anquises empezó a rezar al dios del Olimpo. En ese momento, una llama indolora se apareció sobre la frente de su nieto Ascanio, iluminando toda la estancia. Anquises entendió de inmediato que era una señal del divino Zeus para que todos huyeran; sin más rechistar, el anciano dejó que Eneas lo cargara sobre sus hombros y, juntos, se dispusieron a salir de la ciudad.

Mas no quisieron los hados que todos sobrevivieran a la catástrofe, pues cuando por fin se hubieron reunido con el resto de supervivientes troyanos en las afueras de la ciudad, Eneas echó en falta la presencia de su mujer. En la desesperada huida, la pobre Creusa, quien había seguido a su marido, suegro e hijo desde detrás, había sido abatida por un asaltante griego.

Eneas regresó, esta vez solo, en busca de su mujer, y la encontró yaciendo herida en el suelo. La moribunda Creusa acertó a manifestar unas últimas palabras de consuelo a su marido y le instó a guiar a su pueblo hacia una nueva patria, en la lejana Italia. Fue así como Eneas se erigió como protector de los troyanos y futuro padre del pueblo romano.

El anciano Anquises, sin embargo, no sobreviviría a tan larga travesía y moriría en las costas de Sicilia.

Alfonso Cuesta

Madrileño de pura cepa, pero bastante helenófilo. Estudié Historia en la UAH y Arqueología del Mediterráneo en la UCM. A veces bebo ouzo y bailo el sirtaki en la playa.

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