Licaón fue un rey de Arcadia que había sido padre de cincuenta hijos con diferentes mujeres. Éstos eran célebres por su soberbia e impiedad. Zeus quería comprobar por sí mismo si esto era así, por lo que tomó la apariencia de un vulgar jornalero y se presentó ante ellos.
Los hermanos lo hospedaron y el mayor de ellos, Ménalo, tuvo la idea de prepararle un banquete especial. Para ello mezclaron las entrañas de un niño al que habían degollado con la carne del sacrificio. Zeus, completamente asqueado, se levantó de la mesa, la derribó y los mató a todos. Al padre, Licaón, lo convirtió en un lobo.
Según otra versión[1], la idea de servirle carne humana mezclada con animal había sido del propio Licaón para poner a prueba a Zeus, ya que al llegar había dado a entender que era un dios y el rey no lo creía.
Solo fue perdonado el menor de los hijos, Níctimo, gracias a la intervención de Gaia, que calmó al rey de los dioses antes de que le hiciera daño. En ese mismo lugar, Arcas[2], nieto de Licaón e hijo de Zeus y Calisto, fundaría la ciudad de Trapezunte sobre las ruinas de la casa de su abuelo. El nombre derivaría de la palabra «mesa» en griego: trápeza (τράπεζα).
Este hecho no fue el único acto de maldad que Zeus presenció en su camino hasta la corte de Licaón. Por ello, a su regreso al Olimpo convocó a los dioses y les comunicó su decisión de erradicar a la especie humana de la faz de la Tierra. Para ello provocaría un gran diluvio.
Esta historia os la contamos en el episodio de Deucalión y Pirra.
[1] Esta versión es de Ovidio, mientras que la anterior corresponde a Apolodoro.
[2] Según Eratóstenes, el niño degollado sería el propio Arcas. Zeus reconstruyó su cuerpo después y lo ascendió al cielo, formando la constelación del Boyero.
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