En una ocasión, Hera, Poseidón y Atenea tramaron una rebelión contra Zeus para derrocarlo. Llegaron a encadenarlo de pies y manos. La única que le ayudó en aquel momento fue la nereida Tetis, que lo liberó e hizo subir de las profundidades del mar al hecatónquiro Briareo, leal a Zeus. Con el enorme gigante de cien brazos sentado junto al trono, los demás dioses no se atrevieron a continuar con su revuelta.
Como castigo, a Hera le ató las manos con esposas irrompibles de oro y le colgó un yunque de cada pie. De esta manera la dejó suspendida en el éter, entre las nubes. Los demás dioses no ocultaban su disgusto ante eso, pero no podían llegar hasta ella para liberarla. A todo aquel que lo intentaba, Zeus lo agarraba y lo lanzaba de vuelta a tierra.
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