(Continúa de Prometeo y el fuego)
Cuando Prometeo devolvió el fuego a los hombres, Zeus castigó a la humanidad enviándoles a Pandora. Pero el propio titán, gran defensor de la humanidad, hubo de sufrir un castigo igualmente cruel.
Atado por unas irrompibles cadenas, creación del dios de la fragua Hefesto, Prometeo fue condenado a permanecer eternamente sobre una roca en el apartado Cáucaso, un lejano monte de Escitia. Pero el terrible castigo planeado por Zeus no acababa ahí, pues todos los días un águila, aprovechando que el encadenado titán no podía defenderse, le devoraba el hígado. Al tratarse de un ser inmortal, a Prometeo le volvía a crecer el hígado cada noche… y cada nueva mañana el águila volvía a darse un festín con las vísceras del afligido titán.
Durante eones Prometeo hubo de sufrir estoicamente su divina condena, hasta que cierto día el héroe Heracles necesitó su ayuda, por lo que mató al águila y liberó al titán. Pero esa es otra historia…
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