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La cacería del jabalí de Calidón

En un tiempo en que la tierra de Calidón dio a su pueblo alimento en abundancia, Eneo, su rey, hizo un sacrificio para agradecérselo a los dioses. Sin embargo, se olvidó de Ártemis. La diosa, indignada, mandó un enorme jabalí para que asolara la región.

El animal arrasaba con los cultivos y lo agricultores se lamentaban de las pérdidas. También atacaba los rebaños, y ni los perros ni los propios pastores podían defenderlos. Llegó un momento en que la población solo podía estar a salvo dentro de los muros de la ciudad, pero no podían trabajar el campo así.

Meleagro, el hijo del rey, lideró un grupo de hombres (y una mujer) de distintas ciudades que vinieron a ayudar. Héroes de gran renombre como Cástor y Pólux, Teseo, Pirítoo, Jasón, Telamón y Peleo, y la heroína Atalanta, entre muchos otros.

Una vez frente al bosque, la partida de caza comienza a tender redes, desatar a los perros y buscar rastros. Cuando el jabalí los descubrió, acometió contra lo que encontró por delante. Arrancó árboles y dispersó a los perros.

Equión fue el primero en lanzar la jabalina, pero erró el tiro y solo consiguió enfurecer más al animal. Éste derribó a Hipalmón y Pelagón. Sus compañeros se apresuraron a retirarlos del suelo, pero Enésimo, hijo de Hipocoonte, sucumbió ante la embestida del terrible jabalí. Néstor de Pilos consiguió escapar por poco subiendo a un árbol, pero resultó herido.

Cástor y Pólux, sobre sendos caballos blancos, fueron los siguientes en atacar. Sin embargo, la bestia se escondió entre la maleza y no consiguieron hacer blanco. Telamón, con el ansia de atrapar al animal, tropezó con una raíz y cayó al suelo. Mientras Peleo lo ayudaba a levantarse, Atalanta disparó una flecha que acertó de lleno en la oreja del jabalí. Fue la primera en conseguir herirlo.

Meleagro, que había quedado prendado de ella, le aseguró que se llevaría los honores por su hazaña. Los demás hombres se sintieron avergonzados y Anceo de Arcadia, enarbolando su doble hacha, clamó que sería él quien diera muerte a la bestia y no una mujer. Pero el jabalí lo ensartó con sus colmillos desde las ingles y lo destripó.

Pirítoo se dispuso a ser el siguiente en intentarlo, pero Teseo, viendo yacer a Anceo en un charco de sangre y vísceras, le aconsejó que lo más valiente sería combatir desde lejos.

«Quédate lejos, porque eres una parte de mi alma y te quiero más que a mí mismo: los valientes pueden permitirse combatir desde lejos; a Anceo lo perdió su temerario valor».

Lanzaron sus jabalinas, pero fallaron el tiro. Jasón también lo intentó y solo consiguió ensartar a uno de los perros y dejarlo clavado en el suelo con el vientre atravesado.

Meleagro probó con dos lanzas. Con una falló, pero con la otra atravesó el lomo del temible jabalí. Mientras éste se retorcía en el suelo, el héroe saltó sobre él y le asestó la estocada decisiva entre las paletillas.

Todos los participantes se acercaron a felicitar a Meleagro y a admirar el tamaño del animal. Cada uno manchó su lanza con la sangre de éste. Pero entonces, Meleagro ofreció la cabeza y el duro pellejo a Atalanta. Ésta lo recibió agradecida, pero un murmullo de desacuerdo recorrió el grupo.

Los tíos maternos de Meleagro, Plexipo y Toxeo, se negaron a que Atalanta recibiera ese honor y Plexipo le arrancó de las manos la cabeza del animal. Entonces, Meleagro se encendió de ira y lo atravesó con su espada. Toxeo dudó entre vengar a su hermano o dejarlo estar y no correr la misma suerte. Sin embargo, su sobrino no lo dejó dudar demasiado y lo mató a él también.

Este acontecimiento fue el desencadenante de la muerte de Meleagro, pero él aun no era consciente. Por el momento, la ciudad se llenó de festejos por haber logrado derrotar al jabalí.

 

Nota

Todos los autores están de acuerdo en que fue Meleagro quien mató al jabalí, pero discrepan en si Atalanta le hirió primero y Meleagro le regaló el premio simplemente porque estaba enamorado de ella. Ovidio y Apolodoro siguen la primera versión y Diodoro de Sicilia la segunda. La Ilíada, la fuente más antigua, no menciona esa parte.

 

Bibliografía

  • Homero: Ilíada IX, 529
  • Diodoro de Sicilia: Biblioteca histórica IV, 34
  • Higino: Fábulas 173
  • Ovidio: Metamorfosis VIII, 260
  • Apolodoro: Biblioteca mitológica I, 8,2

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