Para su último trabajo, el rey Euristeo encargó a Heracles, ni más ni menos, que traerle a Cerbero, el temible perro guardián de tres cabezas que custodiaba la entrada al Hades.
Pero no era tan sencillo entrar en el Inframundo, ni mucho menos salir de él. Así que antes de emprender su viaje, Heracles hubo de iniciarse en los misterios de Eleusis, que le enseñarían cómo realizar esta travesía… y poder regresar para contarlo.
Como los misterios eleusinos estaban vedados a los extranjeros, no fue hasta que Pilio adoptó a Heracles que éste pudo ser iniciado y acceder a sus ocultas enseñanzas, no sin antes ser purificado por el sacerdote Eumolpo debido a la irracional matanza de su esposa e hijos que le había conducido a realizar los doce trabajos.
Una vez preparado para el viaje, Heracles se dirigió hasta Ténaro, en Laconia, donde se encontraba la entraba al Inframundo. Tras acceder al Hades, Heracles se fue encontrando con las almas de los muertos, aunque no le causaban grandes problemas ya que solían huir de él. No fue el caso cuando se cruzó con las almas de Meleagro, que le aconsejó que tomara como esposa a su hermana Deyanira, o incluso la de la gorgona Medusa, a quien Heracles atacó en vano hasta que el dios Hermes se le apareció para hacerle saber que sólo se trataba de una mera sombra.
Encontrándose ya cerca de las puertas del Hades, navegando en la barca de Caronte, Heracles se topó con Teseo y Pirítoo, quienes estaban siendo castigados por haber intentado raptar a Perséfone. Tan sólo pudo rescatar al primero, pues al intentar levantar a Pirítoo (quien había pretendido tomar en matrimonio a la esposa de Hades), la tierra tembló en desacuerdo y tuvo que soltarlo.
Finalmente Heracles consiguió audiencia con el mismísimo dios del Inframundo, y Hades tuvo a bien concederle la custodia de Cerbero, siempre que el héroe fuera capaz de dominarlo sin hacer uso de sus armas. Y así, despojado de su clava, Heracles se abalanzó sobre el perro de tres cabezas asiéndole por el cuello, oprimiéndolo y ahogándolo hasta que la bestia se hubo rendido.
Con Cerbero ya en su poder, Heracles regresó a la superficie por Trezén y llevó al perro ante Euristeo, quien tras aprobar el último de los trabajos de Heracles liberó a éste de su larga penitencia y devolvió al perro de tres cabezas al Hades. Y fue así como Heracles dio por finalizada la ardua tarea encargada por el oráculo de Delfos y pudo, al fin, expiar su culpa.
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