Criaturas

Las gorgonas

Las gorgonas eran tres hermanas, hijas de los dioses marinos Forcis y Ceto. Tenían cuerpo de mujer, pero en vez de pelo tenían serpientes, así como colmillos de jabalí, alas de oro con las que podían volar y manos de bronce. Las dos mayores, Euríale y Esteno, eran inmortales, pero la menor, Medusa, nació mortal. Su sangre tenía la virtud de curar si se extraía del lado derecho, o de matar si era del izquierdo.

Eran, además, monstruos ctónicos. ¿Qué significa esto? Que eran divinidades terrestres, y más concretamente, de debajo de la tierra: el inframundo; opuestas a las celestes y anteriores a los dioses olímpicos.

Euríale era la mayor y la única con algo parecido a sentimientos. Dice la leyenda que lloró desconsoladamente con la muerte de su hermana Medusa. Tenía a su cargo la protección de algunos santuarios y oráculos, como el de Delfos.

Esteno era la mediana, con las mismas propiedades físicas que sus hermanas y el mismo cometido con ciertos oráculos, pero además tenía la capacidad de paralizar a sus enemigos con su energía mental. Era la más salvaje y mortífera de las tres.

«El nacimiento de Pegaso y Crisaor», Edward Burne Jones, 1876.

Medusa, la más conocida por la cultura popular, era la única mortal, y por ello tenía el poder de petrificar con la mirada a modo de protección. Algunas versiones cuentan que no siempre fue un monstruo horrible, sino una sacerdotisa de hermosa cabellera que fue violada por Poseidón en el templo de Atenea. Ante esta afrenta, la diosa la castigó a ella convirtiéndola en un ser como sus hermanas y transformando su rasgo más destacado, el pelo, en serpientes.

El héroe Perseo consiguió decapitarla mientras ésta dormía, utilizando su escudo como un espejo para evitar mirarla directamente y ser víctima de su poder. De su sangre, y fruto del contacto sexual que tuvo con Poseidón, nacieron el caballo alado Pegaso y Crisaor, un gigante que llegó al mundo con una espada de oro.

La cabeza fue usada como arma por Perseo en diversos episodios, pero se la terminó regalando a Atenea, que la incrustó en la parte central de su coraza, la «égida».

 

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