El rapto de Deyanira
Unos años después de casarse con Deyanira, Heracles asistió a un banquete con su suegro Eneo. Uno de los sirvientes, Eurínomo, un joven pariente del anfitrión, cometió un error y vertió agua sobre las manos del héroe. Éste le propinó un brutal puñetazo, pero tanta era su fuerza que sin querer lo mató. El padre de la víctima, consciente de que no había sido intencionado, perdonó a Heracles. Sin embargo, éste quiso cumplir con la ley y exiliarse.
Deyanira y él partieron hacia la ciudad de Traquis, pero en su camino debían cruzar el río Éveno. En él estaba Neso, un centauro que cobraba peaje a todos los transeúntes que querían pasar de un lado a otro.
El río venía crecido por las lluvias, con un cauce muy veloz y lleno de remolinos. A Heracles no le daba ningún miedo, aunque sí temía por su esposa. Pidió a Neso que cruzara él a Deyanira, ya que era fuerte y conocía mejor que nadie los vados. El centauro accedió y Heracles lanzó con fuerza su mazo y su arco hacia la otra orilla y se lanzó al agua para cruzar a nado.
Cuando salió del río oyó gritar a Deyanira. Neso estaba intentando violarla. Heracles se apresuró a recoger su arco y disparó una flecha, empapada en la venenosa sangre de la Hidra de Lerna, que atravesó el corazón del centauro.
A punto de morir, Neso le dijo a Deyanira que guardase un poco de la sangre que le manaba de la herida y del semen que había caído sobre la tierra. Si los mezclaba obtendría un poderoso filtro de amor para darle a Heracles cuando viera que su interés hacia ella flaqueaba. La muchacha hizo lo que le decía el centauro y guardó la poción en secreto.
Un comentario
Juan
Saludos