Heracles y el asesinato de Ífito
Al acabar sus trabajos, Heracles quería volver a casarse. Llegó a sus oídos que Éurito, rey de Ecalia, había ofrecido la mano de su hija Yole a quien pudiera vencerlo a él mismo y a sus hijos con el arco.
El héroe participó en la prueba y venció sin problemas, pero no recibió a Yole como recompensa. Ífito, el hijo mayor, era el único que quería entregarla y cumplir con lo prometido. Pero la fama de Heracles le precedía y Éurito y sus otros hijos temían que se repitiera la historia de Mégara y, en algún acceso de ira, matara a golpes a Yole y a los hijos que tuvieran.
Poco tiempo después, a Éurito le desaparecieron unas yeguas y supuso que habría sido Heracles por venganza. Una vez más, Ífito defendió al héroe y fue en su busca para pedirle que le ayudara a buscarlas y demostrara así su inocencia. Heracles se lo prometió y lo hospedó, pero luego lo lanzó desde una torre de las murallas de Tirinto.
Sobre el motivo del asesinato hay diferentes versiones:
Apolodoro: fue en otro de sus arrebatos de locura.
Homero: En la Odisea se cuenta que Ífito había salido en busca de las yeguas, se hospeda en casa de Heracles y éste lo mató para quedárselas. Pero en un Escolio a Odisea se añade que fue el famoso ladrón Autólico quien robó las yeguas y luego se las vendió a Heracles como propias.
Diodoro: en esta versión era Ífito quien recelaba de Heracles, así que el héroe le invitó a subir a lo alto de la torre para intentar divisar a las yeguas por si estaban pastando por sus tierras. Al no verlas, Heracles le dijo que lo acusaba en falso y lo despeñó.
En cualquier caso, el hecho es que asesinó a Ífito y por ello sufrió una grave enfermedad. Para purificarse de este asesinato acudió primero a Neleo, rey Pilos. Éste era amigo de Éurito y tenía dudas sobre si acceder a realizar el rito de purificación. Todos sus hijos, con la excepción e Néstor, le aconsejaron que no lo hiciera, así que rechazó ayudarlo.
Fue entonces a Delfos para consultar al oráculo acerca de cómo podía liberarse de su mal. Sin embargo, la sacerdotisa Jenoclea no le quiso dar ninguna respuesta y eso lo enfureció hasta el punto de saquear el templo e intentar robar el trípode para montar su propio oráculo.
Ante esto, el propio Apolo tuvo que intervenir y Heracles se enfrentó a él. Zeus tuvo que lanzar un rayo en medio de los dos para detener la pelea y, tras esto, la pitia se vio obligada a darle a Heracles la respuesta que buscaba: debía ser vendido, servir tres años como criado y pagar una indemnización a la familia del asesinado para expiar su crimen.
Hermes lo puso en venta por tres talentos, que pagó luego a los hijos de Ífito. La compradora fue Ónfale, reina de los lidios. Fue ella quien, tiempo después, se convirtió en la segunda esposa del héroe.