Neleo y Pelias
Tiro era hija de Salmoneo y Alcídice. Al morir su madre, su padre se volvió a casar con una mujer llamada Sidero, que la trataba con extrema dureza. Salmoneo se creía Zeus y exigía que los sacrificios se hicieran en su honor. Además, montaba en un carro en el que arrastraba odres secos y calderos de bronce para decir que tronaba, y lanzaba antorchas encendidas a la gente que decía que eran relámpagos. Zeus lo castigó por ello fulminándolo con un rayo.
Tras la muerte de su padre, Tiro vivió con su tío Creteo. Estaba enamorada del dios del río Enipeo y todos los días se acercaba a su orilla a lamentarse porque su amor no era correspondido. Mientras la joven caminaba junto a la corriente, Enipeo se apareció y una ola púrpura los cubrió para ocultarlos y consumar su amor. Sin embargo, no era que el dios del río hubiera cambiado de opinión respecto a Tiro, sino que Poseidón había aprovechado la circunstancia para tomar su forma y yacer con ella. Cuando le confeso su identidad real, le habló de esta manera:
«Alégrate, mujer, por este amor, pues cuando pase un año parirás hermosos hijos, que no son estériles los concúbitos de los inmortales.»
Efectivamente, Tiro quedó embarazada y tuvo en secreto a dos gemelos a los que abandonó. Los niños quedaron tendidos en un camino y la yegua de un yegüero que pasaban por allí rozó sin querer a uno de ellos en la cara, provocándole una marca morada. El yegüero los recogió y los crio como a sus propios hijos. Al de la marca le llamó Pelias, mientras que a su hermano lo llamó Neleo.
Creteo fundó la ciudad de Yolco y se casó con Tiro y tuvieron a Esón, Amitaón y Feres. Al crecer, los gemelos abandonados fueron en busca de Tiro y se vengaron de su madrastra, Sidero, que la había maltratado. La mujer se refugió en el templo de Hera, pero Pelias la degolló en el mismísimo altar.
Tras una disputa entre ellos, Neleo fue a Mesenia y allí fundó Pilos. Tuvo varios hijos con Cloris, una de las hijas de Anfión y Níobe. De los varones, solo Néstor sobrevivió por no encontrarse en la ciudad cuando Heracles la destruyó.
Pelias, por su parte, llegó a reinar en Yolco, bien porque Esón lo nombró regente a su muerte, bien porque ambos lucharon por él y Pelias resultó ganador. Sin embargo, un oráculo le diría que se guardara de aquel que llegara con una sola sandalia. Éste sería ni más ni menos que su sobrino Jasón, hijo de Esón.