La muerte de Orfeo
Tras perder para siempre a su esposa Eurídice, Orfeo prometió que no volvería a enamorarse ni a tener relaciones con nadie y se retiró a su Tracia natal. Allí, muchas jóvenes sentían deseo por él y se sintieron dolidas por el rechazo del poeta.
Un día en que Orfeo estaba cantando y tocando la lira, unas jóvenes ménades lo vieron desde la cima de una colina próxima. Cuando se acercaron a él, una de las muchachas lo señaló y dijo a las demás: «Ahí tenéis al hombre que nos desprecia». Acto seguido le arrojó su tirso a la boca.
Otra le lanzó una piedra, pero, como la melodiosa voz de Orfeo y su virtuosismo con la lira podían conmover incluso a las rocas, ésta desvió su trayectoria y cayó a sus pies. Sin embargo, los ataques se recrudecieron de tal forma que el griterío ahogó el sonido y su canto ya no pudo ablandar ni el temperamento de las mujeres ni a las piedras que le arrojaban.
Unos labradores que había cerca, al contemplar la ferocidad de las mujeres, huyeron dejando atrás sus herramientas. Las ménades aprovecharon para coger picos, rastrillos y azadones y con ellos dieron muerte a Orfeo. Su alma descendió al infierno y, esta vez sí, pudo quedarse para siempre con su amada Eurídice.
Sus restos se colocaron en una urna sobre una columna, cerca de la ciudad de Dión. Sobre ellos había una profecía, y era que cuando el sol viera los huesos de Orfeo, la ciudad de Libetra sería destruida por un jabalí.
Los habitantes de dicha ciudad no hicieron caso, porque no podía haber un jabalí tan grande como para destruir una ciudad entera. Pero, un día, un pastor se quedó dormido sobre la tumba de Orfeo y cantó hermosos versos en sueños. Los demás pastores y campesinos que había alrededor, al oírlo, se aproximaron y empezaron a pelear entre ellos para poder estar más cerca. Entonces empujaron la columna y los huesos del poeta quedaron expuestos. Esa noche llovió tanto que el río Sis, que discurría muy próximo a Libetra y cuyo nombre se traduce por «jabalí», se desbordó y derribó sus murallas, templos y casas.
Por otra parte, la cabeza del héroe descendió por el río Hebro y continuó cantando después de muerta. Junto a ella, la lira siguió dejando oír su sonido. Así llegaron al mar y la corriente las arrastró hasta una playa en la isla de Lesbos, donde una culebra amenazó con morder la cabeza de Orfeo. Entonces, Apolo apareció y convirtió al animal en piedra. La cabeza quedó encajada en un hueco de la roca y desde allí emanó oráculos.
Las ménades, por su parte, fueron castigadas por su crimen. Dioniso las ató al suelo con raíces y ellas mismas poco a poco, mientras se retorcían en intentaban huir, fueron convirtiéndose en árbol.
2 Comentarios
Alhena Dubhe
Hola. Por favor podrían proporcionarme la bibliografía del mito de Orfeo. Mil gracias y abrazos cálidos.
Marta Elías
Hola,
Por supuesto, las fuentes clásicas que hemos consultado para este episodio son estas:
Ovidio: Metamorfosis X 79—105 y XI 1—84
Eratóstenes: Catasterismos, 24. (la lira)
Pausanias: Descripción de Grecia, IX, 30, 5-6
La versión que dice que la cabeza acaba en un hueco del suelo y emite oráculos es de Filóstrato, pero no he podido comprobarlo directamente. Lo he sacado del libro «Imágenes de la tradición clásica y cristiana» de Borja Franco Llopis, Álvaro Molina Martín y José Antonio Vigara Zafra.