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El juicio de las armas de Aquiles

Tras la muerte de Aquiles se celebraron los habituales juegos fúnebres en su honor, y en ellos destacaron los principales héroes aqueos. Pero, al terminar las pruebas, Tetis quiso regalar la armadura y las armas que Hefesto había fabricado para su hijo a aquel que había conseguido traer de vuelta su cadáver. Tanto Odiseo como Áyax respondieron a esa llamada y comenzaron a discutir. Ambos habían combatido con fiereza para proteger el cuerpo de su compañero y se consideraban merecedores de la panoplia de su compañero.

Para resolver esta disputa, Áyax pidió a Idomeneo y a Agamenón que eligieran a uno. Sin embargo, Néstor, prudente como siempre, les advirtió de que el que no fuera elegido les guardaría rencor y eso no sería bueno. Por ello, aconsejó que fueran los propios prisioneros troyanos, que odiaban a todos los aqueos por igual, quienes arbitraran.

Después de traer a los prisioneros y sentarlos en el centro, Áyax comenzó su alegato sin dar crédito a que Odiseo se atreviera a compararse a él. Lo acusó de cobardía por haber intentado evitar su participación en la guerra. También le echó en cara sucesos como el abandono de Filoctetes en Lemnos y el asesinato de Palamedes, y le recordó que había querido huir en el campo de batalla al verse solo rodeado por los troyanos y él mismo le había salvado en aquella ocasión. Incluso le reprochó el haber anclado sus naves en el centro de la flota, bien resguardadas, mientras tanto Aquiles como Áyax las habían situado en los extremos, donde eran más vulnerables, en una muestra más de valentía.

A continuación, Áyax recordó sus propios méritos. Fue el único de los aqueos que resistió en su puesto cuando los troyanos intentaron quemar su flota y combatió cuerpo a cuerpo contra el propio Héctor. También acusó a Odiseo de pretender atribuirse hazañas que no le corresponden y asegurar que no era digno de la armadura, mientras que él mismo es del linaje de Aquiles por ser primos hermanos. Tras eso, cedió la palabra a su oponente.

Si Áyax decía ser superior a Odiseo en fuerza y valentía, éste le replicó que era superior a él en inteligencia y elocuencia, que al final era lo más importante. Les recordó que él había traído a la lucha al propio Aquiles, y que en caso de tener que reclamar al combate a alguien más, sería su elocuencia y no la fuerza de Áyax la que lo conseguiría.

Se defendió de las diferentes acusaciones de cobardía de Áyax y rememoró cuando se golpeó a sí mismo para que su rostro fuera irreconocible y poder infiltrarse en la ciudadela para espiar los planes de los troyanos. Así mismo, negaba haber temido a Héctor y revivió para ello el momento en que éste retó a los jefes aqueos y él fue uno de los voluntarios para luchar contra él[1].

Odiseo, después de su alegato, contradijo la versión de Áyax e insistió en haber sido él quien protegió y rescató el cuerpo del fallecido Aquiles, y que fue herido durante el transcurso de esa refriega. En cuanto a no ser merecedor por no pertenecer a su linaje, fue más allá del parentesco de Aquiles y Áyax y presumió de ser descendiente del mismo Zeus.

Era bien sabido por todos que Odiseo era más inteligente que Áyax, pero recordó también que en los juegos fúnebres de Patroclo ambos habían combatido y empatado. Si no era más fuerte que él, como mínimo podía igualarlo. Eso lo hacía superior en conjunto.

Los prisioneros troyanos estuvieron de acuerdo con esto y concedieron la victoria a Odiseo por unanimidad. Y, pese a su alegría, el resto de las tropas aqueas se lamentaron. La mayoría de ellos consideraba a Áyax merecedor del premio.

Al propio Áyax, la decisión le cayó como un jarro de agua fría. En un primer momento se quedó inmóvil, sin decir una palabra. Sus compañeros lo llevaron hasta las naves para que comiera algo y descansara mientras intentaban consolarlo. Pero no fue capaz de probar bocado ni se dejó vencer por el sueño. No podía pensar en otra cosa que no fuera su venganza.

 

Notas

[1] Si bien es cierto que, según Homero, fue el último en ofrecerse.

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