Ártemis es la diosa de la caza y del mundo salvaje. Es hija de Zeus y Leto, y melliza del dios Apolo a quien de hecho ayudó a nacer. Es por ello que también se la considera diosa de los partos y protectora de las mujeres, en especial de las que, como ella, son vírgenes.
Siendo niña Ártemis le pidió a los cíclopes que le fabricasen un arco y unas flechas, y ella a cambio les dejaría comer los animales que cazase con ellos. De Pan consiguió seis perros y siete perras que la ayudarían en la caza. A su padre Zeus le pidió poder gobernar las montañas; y una sola ciudad, pues ella raramente saldría de los bosques. Sin embargo Zeus le concedió 30 ciudades, todas con su nombre, en la que los hombres le rendirían culto. También aceptó que tuviese un coro de 60 oceánides y un séquito de doncellas formado por 20 ninfas.
Ártemis capturó 4 ciervas para que tirasen de su carro dorado, que utilizó para ascender al monte Hemo. Junto a su hermano Apolo abatió al gigante Ticio, quien intentase violar a Leto, madre de ambos.
Era gran defensora de la virginidad y se mostraba vengativa con quienes no la respetasen. A Calisto, una de sus ninfas (que había hecho voto de castidad), la convirtió en osa tras ser seducida por Zeus. A Ródope, quien había consagrado su divinidad a la diosa, la convirtió en fuente cuando esta hizo el amor con un pastor. Al príncipe tebano Acteón lo convirtió en ciervo, tras haberla observado desnuda tomando un baño.
También castigó a los hermanos Oto y Efialtes, quienes se enamoraron de Ártemis y Hera, respectivamente, e intentaron capturarlas; Ártemis, convertida en cierva, consiguió que ambos la persiguiesen y muriesen por la flecha del otro, al ponerse ella entre medias de ambos. Sin embargo la mayor decepción para Ártemis fue la de Orión, quien fuera su compañero de caza, quien murió tras haber intentado violar a la diosa o quizás por su propia soberbia, dependiendo de la versión.
Cuando Eneo no realizó un sacrificio en su honor decidió mandar al jabalí de Calidón a devastar esta región etolia. Considerada “señora de las bestias”, era también defensora de los animales salvajes. Grande fue su enfado con Heracles cuando este mató a la cierva de Cerinia, que le estaba consagrada, durante su tercer trabajo.
En Braurón, ciudad situada en el Ática donde la diosa recibía culto, un oso se acercaba regularmente al templo, pues las gentes lo alimentaban. Un día, sin embargo, hicieron enfadar al oso, que atacó a una niña. El hermano de esta lo mató, causando el enfado de Ártemis. Desde entonces todos los años se celebraría en esta localidad un festival (las brauronías) en las que las niñas pequeñas, vestidas con túnicas color azafrán, se hacían pasar por oseznas para aplacar la ira de la diosa.
En su honor fue también levantado el Artemision de Éfeso (actual Turquía), una de las siete maravillas de la Antigüedad. El templo desgraciadamente fue destruido por un incendio, provocado por Eróstrato, en el año 356 a. C.
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Los trabajos de Heracles (parte 3): la cierva de Cerinea
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