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Teseo y el laberinto

Tras el vergonzoso nacimiento del Minotauro, producto de la unión entre su esposa Pasífae y el Toro de Creta, el rey Minos mandó construir al inventor Dédalo un intrincado laberinto para encerrar, hasta el fin de sus días, a la infame bestia.

Superado el trauma, Minos y Pasífae tuvieron numerosos vástagos: Androgeo, Catreo, Deucalión, Ariadna, Fedra y Glauco. Años más tarde, encontrándose Androgeo en Atenas, el hijo mayor de Minos y Pasífae acabó muerto[i]. Enfurecido, Minos declaró la guerra a Atenas, y tras la rendición de ésta les castigó obligándoles a que, desde entonces, los jóvenes atenienses sirviesen de comida al Minotauro. Cada nueve años[ii], siete muchachos y siete muchachas atenienses embarcarían dirección a Creta para cumplir el castigo.

Parece ser que el propio Teseo, hijo del rey Egeo de Atenas, se presentó como voluntario para este tributo. Al llegar a Creta, la princesa Ariadna posó sus ojos en Teseo y quedó al instante enamorada de él. Queriendo proteger a su amado de una muerte segura, Ariadna se reunió con Dédalo, quien le dio un ovillo de lana. Atando el final de este ovillo a la entrada del laberinto, Teseo sería capaz de encontrar la salida.

El héroe ateniense se adentró en el laberinto. Sus intrincados pasillos y numerosos recovecos pronto pusieron de manifiesto que sin la ayuda del mismísimo constructor nadie hubiese sido capaz de salir vivo de allí. En su caminar hacia el interior del laberinto, Teseo hubo de sortear, evitando pisarlos, los descarnados huesos y cráneos de aquellos desafortunados que previamente habían servido de alimento al monstruo. Cuanto más se internaba Teseo, más se podía apreciar el penetrante hedor a muerte procedente del centro del laberinto. Finalmente, de entre las sombras, surgió la temible bestia, atraída irremediablemente por el olor a carne humana.

Sin tiempo a reaccionar, Teseo vio como el Minotauro se abalanzaba velozmente sobre él. La descomunal fuerza del monstruo le hizo caer al suelo, donde por largos minutos continuó la encarnizada lucha, a vida o muerte, entre ambos. Finalmente Teseo consiguió asir al Minotauro por el cuello, y haciendo uso de su portentosa fuerza apretó firmemente sus manos hasta acabar con la vida del monstruo.

Tras dar muerte al Minotauro, Teseo se dispuso a regresar con su enamorada. Haciendo uso del ovillo de lana que Ariadna le había entregado, Teseo fue recogiendo el hilo hasta encontrar, sin problemas, la salida del laberinto. Los jóvenes se reunieron por fin y Ariadna decidió huir de Creta con su amado Teseo. Aunque el viaje de vuelta a Atenas solo traería desgracias.

 

Continua en La muerte de Egeo

 


[i] Hay distintas versiones de su muerte. Pudo ser durante su participación en las Panateneas (asesinado por envidia o muerto intentado capturar al toro de Maratón), yendo de camino a Tebas para participar en los juegos dedicados a Layo o, directamente, en las guerras entre atenienses y cretenses.

[ii] Otras versiones (Higino) hablan de un tributo anual de siete atenienses (de ambos géneros) en total. Pero ésta, la de 14 cada 9 años, es la más extendida (Plutarco, Ovidio, Diodoro).

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