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La red de Hefesto

Hefesto estaba feliz porque lo habían casado con Afrodita, la diosa del amor y la belleza. Pero ella no estaba tan contenta; su marido era feo y cojo. En cambio, Ares era apuesto y fuerte. Mucho más de su gusto. Ambos se veían a escondidas en el propio palacio de Hefesto y tenían relaciones en su misma cama.

Pero había alguien de quien no se podían esconder, y ese era Helios. El sol lo ve todo. Él descubrió el adulterio y fue a contárselo a Hefesto, que, aun dominado por la ira, sabía que no era rival físicamente para su hermano. Pero, como dice el dicho, más vale maña que fuerza, y eso a Hefesto le sobraba.

Fabricó una red hecha con cadenas tan finas como hilos de araña, casi imposibles de ver y sensibles a la más mínima presión. La extendió alrededor y por encima de la cama y, una vez preparada la trampa, fingió que se iba de viaje a Lemnos.

Ares esperó a que Hefesto saliera y se dirigió a su palacio, donde Afrodita acababa de llegar de visitar a su padre Urano. Como siempre, acabaron en el lecho y se vieron sin saber cómo enredados de forma humillante, desnudos y sin poder moverse.

En ese momento, Hefesto volvió y se detuvo en su puerta, llamando desde allí a gritos a los dioses para que vinieran todos a ver la escena. Las diosas se quedaron en casa por vergüenza, pero los dioses sí se acercaron a cotillear. Y como en todas partes ha de haber un graciosillo, en el Olimpo no podía ser menos. Alguno comentó que ya se cambiaría él por Ares aun en esa situación y los demás dioses rieron la jocosidad[1].

Pero había un dios que no se reía: Poseidón. Éste pidió a Hefesto que, por favor, soltara a los amantes y terminara con ese espectáculo. Pero el ofendido se negó, puesto que no quería que Ares escapara sin pagar una compensación por el adulterio. Poseidón prometió que, si Ares no pagaba, lo haría él, pero que los dejara ir de una vez.

Al fin lo convenció de que soltara a los amantes e hicieron exactamente lo que el dios del fuego esperaba: huir. Afrodita marchó a Chipre, donde las gracias la agasajaron con baños y vestidos, y Ares se refugió en Tracia. Mientras tanto, en el Olimpo, la anécdota fue lo más comentado durante mucho tiempo.

De la vergonzosa unión de Afrodita y Ares nació Harmonía y recibió de Atenea y Hefesto un vestido impregnado de crímenes, motivo por el que su estirpe sería criminal[2]. También recibió de Hefesto en su boda con Cadmo un collar que traía mala suerte a sus poseedores.

Notas

[1] Según La Odisea, el “cuñado” de turno fue Hermes.

[2] Efectivamente, las hijas de Harmonía, Ágave, Ino y Autónoe, fueron unas asesinas y terminaron mal. Salvo Sémele, que de todas maneras tuvo también un destino trágico y murió de forma espantosa.

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